La transición hacia modelos de trabajo personalizados influye notablemente en la productividad y la gestión del tiempo. La idea de que cada individuo posee un patrón productivo único está ganando aceptación, lo que implica que el rendimiento no se mide únicamente por horas trabajadas, sino por cómo cada persona organiza su trabajo. Este enfoque moderno se centra en el bienestar laboral y en el reconocimiento de las diferencias individuales.
Gerald J. Leonard, experto en eficacia laboral y con formación en prestigiosas universidades como Cornell y Harvard, argumenta que no existe un modelo universal de productividad. Según su clasificación, se pueden identificar cuatro estilos principales: el virtuoso disciplinado, que se destaca por su consistencia y rigor; el cambiante creativo, que abraza la innovación y el cambio; el improvisador resiliente, que se adapta rápidamente a entornos inciertos; y el conductor colaborativo, que se enfoca en la organización y el trabajo en equipo.
Comprender cuál es el estilo productivo de cada uno puede mejorar el rendimiento y evitar la frustración de encasillarse en un modelo que no se ajusta a sus habilidades. Este enfoque individualizado es clave para la transformación de los modelos laborales actuales.